Hemos llegado al final del trayecto, tú lo sabes pero sigues mirando al frente como si aún nos quedara tiempo para algo más que no sea despedirnos. Ya no hay razones para continuar. Casi siempre estuve dos pasos por detrás de ti; creerás que fue duro apoyarte, escucharte, animarte, admirarte, amarte… no lo fue tanto, fue más fácil hacerlo en silencio, gritártelo por escrito calladamente. Durante el viaje aprendí a mirar y sentir… tal vez lo hice siempre sola.
No tienes por qué despedirte, en realidad sé que no lo harás. Me mirarás como siempre y pensarás que nada ha cambiado, que sigo siendo la misma. Sin embargo, detrás de ese muro que vemos cada día más cercano todo será distinto desde ahora. Me hubiera gustado que me dijeras que me extrañarás, que será difícil volver a caminar y no verme al lado, que mis tonterías te hacían sonreír y que nadie más podrá lograrlo de la misma manera.
Me gustaría, pero no lo harás. Te quedarás callado como haces siempre conmigo. Mantendrás tu distancia y será por mi bien.
Sin embargo, apenas habrá una lágrima por ti esta vez. El camino fue largo y aprendí demasiado. Mientras te alejas, yo pondré todos los sueños que tuve contigo y todos los besos que guardaba pacientes en una cajita y los enterraré a las orillas de este sendero que ya se acaba… los enterraré para no llevarlos ya nunca más conmigo.
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