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miércoles, 29 de agosto de 2012

Mañana

Mañana,
cuando nada importe,
nadie pronunciará mi nombre.
Mañana, ya no beberán mis ojos
tu cuerpo ni seremos ya dos locos.
Mañana,
cuando nadie me haya preguntado
por ti porque ya te habrás marchado.
Porque me abandonarás por la mañana
y no habrá planes para el día de mañana.
Mañana,
Pero ahora no hay horas dentro de esta paz
que hace de la noche una eternidad.
Hasta que la noche se quiebre
y sepa por mi ventana que la luna se pierde.
Tarde o temprano vendrá. La mañana.
A quién le importa el mañana.

El abandono de la musa


 Sueña con el brillante filo,
con la puntiaguda muerte;
penetrar en la blancura,
romper la veta azulada
que la envuelve.
Después del golpe,
querrá reconstuirla
en sus manos despacio,
siempre muy despacio,
y terminar haciéndola suya.
Sentir que le pertenece
el derecho a crearla.
 Agarra su viejo martillo,
mil veces la ha moldeado.
Cincelar los cabellos,
a la imagen y semejanza
de la fotografía lejana
tras del cristal roto.
Al fin y al cabo él marca
su destino.
El artista trabaja solo,
rodeado de silencio.
Siempre el silencio.
Finge que no es carne
lo que corta;
Piensa que no es sangre
lo que corre entre sus manos.
Tal vez crea de verdad
que está hecha de mármol.

viernes, 10 de agosto de 2012

Aún no sabía el porqué de su propia respuesta (VI)

Toda historia es igual a las demás, no hay nada nuevo que contar. Aún no sabía el porqué de su propia respuesta a ese hastío, cuando vio la solución. Cansado de vivir en la monotonía de las páginas, comenzó de nuevo. No fue fácil, no obstante, escapar de aquel volumen tan pesado.

martes, 7 de agosto de 2012

Aún no sabía el porqué de su propia respuesta (V)

Mamá ¿dónde está papá? Papá se fue, cariño. ¿A dónde? La nena estaba en plena fase preguntona por todo y a ella ya le dolían los ojos de aguantar tanto llanto. Lejos. Aún no sabía el porqué de su propia respuesta cuando comprobó que su hija ya no preguntaba. Dejó de ser una niña.

Aún no sabía el porqué de su propia respuesta (IV)

"Estaré a tu lado siempre, ¿verdad?" Reía, desordenando el mundo en su cama. "No, porque ya no te quiero". Respondió él por primera vez en su vida y aún no sabía el porqué de su propia respuesta cuando comprobó aliviado que el fantasma de aquel mal amor por fin se había esfumado.

lunes, 6 de agosto de 2012

Te quiero

Y qué si sueño
que escribo
te quiero
bajo tu ombligo.

Aún no sabía el porqué de su propia respuesta (III)

No reflexionó. Siempre se había sentido personaje de novela realista, una Regenta, una Tormento. Y aún no sabía el porqué de su propia respuesta pero se reconoció el anhelo de dejarse llevar por el lado más peligroso, así que tomó la mano del extraño, a pesar del consejo de mamá.

Aún no sabía el porqué de su propia respuesta (II)

Terminaron la ronda, aliviados, victoriosos y un poco más hombres. Pero uno de ellos no debió sentirlo lo suficiente cuando propuso comenzar de nuevo. El otro accedió, y aún no sabía el porqué de su propia respuesta cuando agarró primero el revólver. Comenzaron otra ruleta rusa.

Aún no sabía el porqué de su propia respuesta (I)

Aquella conversación le resultó de lo más familiar. La propuesta, las promesas. La oportunidad. Y pese a ello, aún no sabía el porqué de su propia respuesta. Fausto volvió a desear la juventud eterna. Desde luego, sólo el hombre es capaz de tropezar en la misma piedra dos veces.

domingo, 5 de agosto de 2012

Estuvo esperándolo todo el día (V)



Le dijeron que cuando llegara el momento frente a la tarta, podría soplar las velas y pedir un deseo. Así que estuvo esperándolo todo el día. En la fiesta formuló la petición en silencio. Pero, como cada año, fue en vano porque ningún octogenario puede volver a tener veinte años.

jueves, 2 de agosto de 2012

Estuvo esperándolo todo el día (IV)

Conocía el día pero no la hora exacta. Mecido por la incertidumbre y la ansiedad, esperó. Estuvo esperándolo todo el día. Ordenó sus cosas y también las ideas. Temió y anheló al reloj. Confundió congoja con el alivio y la liberación cuando, al anochecer, por fin llegó el verdugo.

Estuvo esperándolo todo el día (III)

Fue puntual. Hacía más de veinte años que se había comprometido con acudir a la cita. Las agujas del reloj pesaban como losas y temió que no llegara nunca el tren de la tarde. Estuvo esperándolo todo el día. “El día que muera el dictador, espérame en la estación”, le había dicho.

Estuvo esperándolo todo el día (II)

Creyó en su instinto de supervivencia, lo juzgó poderoso. Que antes del paso, llegaría el arrepentimiento. Estuvo esperándolo todo el día. Pero no sucedió. Saltó, sabiendo que, antes que los sueños, los planes y pronto, su propio cuerpo, ya había muerto por completo su esperanza.

Estuvo esperándolo todo el día (I)

Quédate conmigo, ven, suplicó entre las sábanas. Su piel húmeda delataba que no había quedado saciada de placer todavía. Estuvo esperándolo todo el día. Cuando por fin estaban juntos, pasaban rápidas las horas. No puedo quedarme, contestó. Tengo que preparar la cena a mi marido.