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lunes, 19 de noviembre de 2012

Enajenación del beso

Me siento protegida 
por tus labios, 
pues sumergida 
en ellos no hay dolor, 
ni miedo, ni pensamiento.
Tus manos me abrigan
el alma y la adormecen
ingenua, sin saber que
sucederá el minuto siguiente.
Qué suave el murmullo
de la carne despreocupada
y ardiente, sin peso.
Qué bella la ignorancia
feliz que se produce 
siempre durante el beso.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Leonor


Esta tarde fría y turbia 
me muerden los recuerdos
los dedos de los pies.
Y van subiendo.
Dormiría con cuervos negros
a la sombra de Palas
si con ellos Leonor volviera. 
Allan Poe también 
pronunció "Nunca más"
en mi oído tibio y trémulo.
Pero yo apenas podía 
creerme debajo de su aliento.
Le extraña demasiado mi piel
desconcertada mientras duele
el siglo XIX dentro de las venas.
No lograré escapar,
pese a todo,
de este no saber parar, 
de querer seguir intentando.

Definitivamente, 
soy demasiado mayor 
para estar tan loca.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Halloween

Aquella noche del 31 de octubre apenas durmió, eso es cierto. Fue a una fiesta con amigos y regresó sola a altas horas de la madrugada, a pesar de las amenazas sobre fantasmas y monstruos que la acompañarían de camino a casa por parte de los amigos, medio borracha y jugando a ser trapecista sobre sus tacones. Recorrió el pasillo, regándolo de las uñas postizas de bruja. Una vez metida en la cama, poco le importó ensuciar las sábanas con los restos del maquillaje de su disfraz de Halloween. Soñó con sombras y sensaciones extrañas, todo producto del alcohol y el desenfreno de la noche.
Cuando, a la mañana siguiente, se miró en el espejo del cuarto de baño, recién levantada, estaba perfectamente maquillada y con la manicura francesa hecha.

lunes, 15 de octubre de 2012

Fotografía

Me retrata el día, una vez más, 
acurrucada en cualquier rincón 
de una existencia templada. 
Y yo, que siempre busco 
a quien me contagie de ataraxia, 
me dejo vencer 
por la hipersensible nostalgia 
del que no sabe hacerlo mejor. 
Que no podría, de cualquier modo.

domingo, 14 de octubre de 2012

Beatus ille

Escapan de sus labios a borbotones ansiosos los silencios. 
Y sus pestañas aletean las ansias por volar. 
Y tú le miras, y no lo adivinas. 
O ya lo sabes, y prefieres no mirar.

sábado, 13 de octubre de 2012

No hay remedio

Vivir siempre equivocada,
hacer del error un hábito
y de la indiferencia un gesto más.
Y querer curar este alma,
arrepentirme del pacto tácito
que me hice de no cambiar.

martes, 9 de octubre de 2012

La historia de la mujer-luciérnaga

Érase una vez una niña-libélula que tenía miedo a la oscuridad. 
Utilizaba los días para huir volando de las noches, siempre en dirección a cualquier otro lugar. Un atardecer en que las sombras ya le alcanzaban, llegó un hada blanca y le dio luz propia. 
La mujer-luciérnaga siguió volando, pese a todo, porque se había acostumbrado a no estar.

jueves, 4 de octubre de 2012

Antes de lo evidente

Abrí una ventana 
y la luz me hizo daño en los ojos.
Hubiera querido contarle al mundo 
que soy distinta y sin embargo, 
no mejor.
Que he descubierto nuevos pasadizos 
oscuros del laberinto que todos tenemos por alma, 
pero que no me atrevo a explorarlos.
Hubiera querido contar con alguien 
que quisiera estar al otro lado.
Pero tanta luz me dañó los ojos, 
así que preferí cerrar la ventana, 
en silencio. 
Sin embargo, ya poco importó cerrarla. 
La luz de la pantalla del ordenador 
seguía estando ahí.

martes, 18 de septiembre de 2012

El tiempo de la libélula

Tal vez comencé 
llorando por ti, 
pero a estas alturas 
no lo recuerdo. 
Cuando las lágrimas 
nublan junto a los ojos, 
el corazón, 
todo es confuso. 
Admito 
que me desconcierta 
el final 
pero lo que siempre 
me ha aterrado, 
verdaderamente, 
es el imparable 
comienzo. 

Los "Bocados sabrosos" de ACEN, una propuesta literaria necesaria

Esta entrada a mi blog es algo distinta. Normalmente evito el enfrentamiento autor-lector, porque considero que mis textos hablan más de mí de lo que yo pudiera expresar jamás. Sin embargo, esta vez -y por una buena causa, una causa solidaria- me gustaría hablaros de mi gran pasión, mi más hermoso pecado, la primera responsable de que yo esté aquí, colándome entre vuestras lecturas. La literatura. Ella ha formado parte de mi vida desde la niñez, entonces como un juego en el que yo inventaba historias y breves poemas; en la actualidad, a la afición de escribir se ha sumado la profesión del estudio de la Literatura y la Lengua. Gracias a mis estudios de Filología Hispánica, de un Máster en Estudios Literarios, pero sobre todo a los de un doctorado en Literatura hispanoamericana, llegué al conocimiento de este moderno y cada vez más valorado género que es el Microrrelato. Bajo la mágica influencia que supuso la lectura de El dinosaurio del mayor microrrelatista de todos los tiempos, el guatemalteco Augusto Monterroso, comencé a profundizar en esta peculiar escritura, la cual se encuentra a medio camino entre el chiste, la novela y el aforismo (por no hablar de las greguerías de nuestro adelantado escritor, Ramón Gómez de la Serna). Debo confesar que el microrrelato también llegó hasta mí por mi afición al relato breve hispanoamericano y sus grandes autores. A través de aquellas primeras escrituras, donde mi relato cada vez necesitaba menos palabras para mostrar su universo, me he visto inmersa en un torrente de creación que considero lleno de oportunidades, donde antiguos y nuevos significados están aún por codificar y descifrar; todo ello bajo el prisma de una modernidad que ya amenaza con ser post-moderna.
Mi primer gran premio llegó con el II Concurso Internacional de Microrrelatos "Caja Ávila" y a partir de ese momento llegaron diversas publicaciones y premios, tanto a nivel investigador como creativo-literario. Una de esas publicaciones me la proporcionó ACEN, una asociación de escritores noveles que nos aporta una brillante y solidaria plataforma para que los jóvenes podamos darnos a conocer en este difícil y excesivamente transitado mundo de las letras. Participé como seleccionada en su primer volumen de microrrelatos "Bocados Sabrosos", de lo cual me siento enormemente orgullosa, pues la venta de sus ejemplares ayudó a muchos niños con parálisis cerebral. Es emocionante ver los dibujos que los niños realizaron para enriquecer el pequeño libro de historias. Esta vez, participo como finalista en la segunda edición del Concurso de Microrrelatos de ACEN, lo cual me produce una aún más especial satisfacción. Espero no defraudar a todos los que quieran leerme en el próximo "Bocados Sabrosos II", que estará a la venta a mediados de octubre, participando también de iniciativas solidarias.
Quisiera concluir dando las gracias a todos aquellos que alguna vez creyeron en mí, los que me aconsejaron, los que soñaron a mi lado con historias llenas de colores nuevos y a todos los que alguna vez pensaron en mí como escritora.
Gracias.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Mañana

Mañana,
cuando nada importe,
nadie pronunciará mi nombre.
Mañana, ya no beberán mis ojos
tu cuerpo ni seremos ya dos locos.
Mañana,
cuando nadie me haya preguntado
por ti porque ya te habrás marchado.
Porque me abandonarás por la mañana
y no habrá planes para el día de mañana.
Mañana,
Pero ahora no hay horas dentro de esta paz
que hace de la noche una eternidad.
Hasta que la noche se quiebre
y sepa por mi ventana que la luna se pierde.
Tarde o temprano vendrá. La mañana.
A quién le importa el mañana.

El abandono de la musa


 Sueña con el brillante filo,
con la puntiaguda muerte;
penetrar en la blancura,
romper la veta azulada
que la envuelve.
Después del golpe,
querrá reconstuirla
en sus manos despacio,
siempre muy despacio,
y terminar haciéndola suya.
Sentir que le pertenece
el derecho a crearla.
 Agarra su viejo martillo,
mil veces la ha moldeado.
Cincelar los cabellos,
a la imagen y semejanza
de la fotografía lejana
tras del cristal roto.
Al fin y al cabo él marca
su destino.
El artista trabaja solo,
rodeado de silencio.
Siempre el silencio.
Finge que no es carne
lo que corta;
Piensa que no es sangre
lo que corre entre sus manos.
Tal vez crea de verdad
que está hecha de mármol.

viernes, 10 de agosto de 2012

Aún no sabía el porqué de su propia respuesta (VI)

Toda historia es igual a las demás, no hay nada nuevo que contar. Aún no sabía el porqué de su propia respuesta a ese hastío, cuando vio la solución. Cansado de vivir en la monotonía de las páginas, comenzó de nuevo. No fue fácil, no obstante, escapar de aquel volumen tan pesado.

martes, 7 de agosto de 2012

Aún no sabía el porqué de su propia respuesta (V)

Mamá ¿dónde está papá? Papá se fue, cariño. ¿A dónde? La nena estaba en plena fase preguntona por todo y a ella ya le dolían los ojos de aguantar tanto llanto. Lejos. Aún no sabía el porqué de su propia respuesta cuando comprobó que su hija ya no preguntaba. Dejó de ser una niña.

Aún no sabía el porqué de su propia respuesta (IV)

"Estaré a tu lado siempre, ¿verdad?" Reía, desordenando el mundo en su cama. "No, porque ya no te quiero". Respondió él por primera vez en su vida y aún no sabía el porqué de su propia respuesta cuando comprobó aliviado que el fantasma de aquel mal amor por fin se había esfumado.

lunes, 6 de agosto de 2012

Te quiero

Y qué si sueño
que escribo
te quiero
bajo tu ombligo.

Aún no sabía el porqué de su propia respuesta (III)

No reflexionó. Siempre se había sentido personaje de novela realista, una Regenta, una Tormento. Y aún no sabía el porqué de su propia respuesta pero se reconoció el anhelo de dejarse llevar por el lado más peligroso, así que tomó la mano del extraño, a pesar del consejo de mamá.

Aún no sabía el porqué de su propia respuesta (II)

Terminaron la ronda, aliviados, victoriosos y un poco más hombres. Pero uno de ellos no debió sentirlo lo suficiente cuando propuso comenzar de nuevo. El otro accedió, y aún no sabía el porqué de su propia respuesta cuando agarró primero el revólver. Comenzaron otra ruleta rusa.

Aún no sabía el porqué de su propia respuesta (I)

Aquella conversación le resultó de lo más familiar. La propuesta, las promesas. La oportunidad. Y pese a ello, aún no sabía el porqué de su propia respuesta. Fausto volvió a desear la juventud eterna. Desde luego, sólo el hombre es capaz de tropezar en la misma piedra dos veces.

domingo, 5 de agosto de 2012

Estuvo esperándolo todo el día (V)



Le dijeron que cuando llegara el momento frente a la tarta, podría soplar las velas y pedir un deseo. Así que estuvo esperándolo todo el día. En la fiesta formuló la petición en silencio. Pero, como cada año, fue en vano porque ningún octogenario puede volver a tener veinte años.

jueves, 2 de agosto de 2012

Estuvo esperándolo todo el día (IV)

Conocía el día pero no la hora exacta. Mecido por la incertidumbre y la ansiedad, esperó. Estuvo esperándolo todo el día. Ordenó sus cosas y también las ideas. Temió y anheló al reloj. Confundió congoja con el alivio y la liberación cuando, al anochecer, por fin llegó el verdugo.

Estuvo esperándolo todo el día (III)

Fue puntual. Hacía más de veinte años que se había comprometido con acudir a la cita. Las agujas del reloj pesaban como losas y temió que no llegara nunca el tren de la tarde. Estuvo esperándolo todo el día. “El día que muera el dictador, espérame en la estación”, le había dicho.

Estuvo esperándolo todo el día (II)

Creyó en su instinto de supervivencia, lo juzgó poderoso. Que antes del paso, llegaría el arrepentimiento. Estuvo esperándolo todo el día. Pero no sucedió. Saltó, sabiendo que, antes que los sueños, los planes y pronto, su propio cuerpo, ya había muerto por completo su esperanza.

Estuvo esperándolo todo el día (I)

Quédate conmigo, ven, suplicó entre las sábanas. Su piel húmeda delataba que no había quedado saciada de placer todavía. Estuvo esperándolo todo el día. Cuando por fin estaban juntos, pasaban rápidas las horas. No puedo quedarme, contestó. Tengo que preparar la cena a mi marido.

jueves, 26 de julio de 2012

El tiempo de la libélula

Tal vez comencé 
llorando por ti, 
pero a estas alturas 
no lo recuerdo. 
Cuando las lágrimas 
nublan junto a los ojos, 
el corazón, 
todo es confuso. 
Admito 
que me desconcierta 
el final 
pero lo que siempre 
me ha aterrado, 
verdaderamente, 
es el imparable 
comienzo. 

Ojalá

Cuando escribo, 
cuando siento, 
cuando anhelo letras y signos, 
surge en ti esa magia extraña 
que nace del tecleo arrítmico 
e inconstante de mis pensamientos 
que te obliga a atarte a mí mediante 
palabras absurdas, irracionales y 
chispeantes, creando puentes 
cobardes e inestables 
que no llevarán a 
ningún otro lado y que, 
sin embargo 
y aunque 
no lo comprendas del todo, 
no quieres evitar.
 Ojalá.

lunes, 9 de julio de 2012

Destino

No podrás ser escritora.
Dónde se vio una mujer poeta y maldita.
No lo dudes. Serás loca, depresiva y hasta suicida.
Pero escritora, contadora de historias, poeta, artista: jamás.
Así que silencia tus manos, cierra los labios y baja esta escalera, anda.
Que no fue hecha para ti la torre de marfil ni la historia reclamará mañana tu pluma.
Asume tu destino, muchacha. Que no te reserva sino el abismo hondo y terrible de la mediocridad.

Mensaje sin botella


  Me duele cuando dices
que no te escriba.
Que no te gusta la modernidad,
que son mejores las llamadas,
y  me envías tu silencio
indiferente y disgustado.
Pero yo no puedo evitarlo
y, cada día, me muerdo la
punta de los dedos que
corren por el teclado al
no poder tocarte.
Y surcan las ondas
del aire tecnológico
mis mensajes,
siempre sin botellas
de cristal que los protejan.
Y es que, amor mío,
escribirte mensajes
es como lanzar
una moneda a una fuente
de supersticiones o
pedir un deseo
a una estrella fugaz. 
No hay respuestas;
es una simple cuestión
de esperanza.

jueves, 7 de junio de 2012

Todavía

Hoy también
ha ocurrido.
La tristeza
profunda
e inesperada.
La lágrima
sin aviso.
Mi esperanza
que no cesa;
tu recuerdo
encendido.
Hoy mi amor
por ti no termina.
Todavía me pasa.

viernes, 1 de junio de 2012

Reseñas de alumnos acerca de mis "Distintas maneras de contar un mundo imperfecto" (IES SANGONERA LA VERDE, MURCIA)


  "¿Cómo sería el país de las maravillas en el mundo de Conníe Marchante? Seguramente,  estaría lleno de libros, de aventuras, de miedo, de amor y lo más importante, de microrrelatos, sí, pues son la especialidad de esta escritora, escribe todo lo que tenga que ver con ``micro-´´: microrrelatos, micropoesía…, además de otros relatos breves.

Y os preguntaréis, ¿De dónde saca tanta historia?, pues de la imaginación, aunque también podría ser de los cuentos que siempre leía de pequeña, aquel cuentecillo que nos contaban de pequeños sobre el hombre del saco o el monstruo del armario, en su momento hicieron despertar la curiosidad de nuestras pequeñas mentes, que apenas sabían sumar o leer, pero sí que tenían la capacidad de hacerte soñar por las noches, pero no solo los cuentos de miedo despertaban a ese genio que llevamos dentro.

Si un día ese genio te preguntase que cuál es tu mayor deseo, ¿qué le dirías? Sería bastante complicado poder hallar  respuesta a esa emocionante cuestión, pero eso sí,  puedes  encontrar respuesta a uno de tantos miles de deseos en el microrrelato de Connie ganador del primer premio en el “II Concurso Internacional de Microrrelato de Caja de Ahorros de Ávila” (2009) titulado “La felicidad”. Suena bien ¿no?, pero no te confíes, porque  si lo leemos hasta la última letra, esconde  en él un gran significado: ¿cómo seríamos felices? Quizás olvidándonos de esa parte del mundo que pasa hambre, guerra, injusticias día a día, de ese mundo que poco a poco se consume por el cambio climático o de ese niño que un día te preguntó si tenías algo para darle… Así seguro que seríamos felices, volviéndonos fríos, ajenos a todo lo que ocurre a nuestro alrededor; mejor sería intentar mejorar estos y muchos otros aspectos, para ir añadiendo al cofre de la felicidad una pizca más de luz.

Recuerda también, de vez en cuando, a esa Alicia del país de las maravillas (risueña, ilusionada, aventurera), que nos grita desde lo más profundo de nuestra alma de niño o niña: ¡Estoy atrapada, déjame salir!, por eso, dejémosla  salir, y déjala que le ponga ese sentimiento olvidado de la infancia a algunas cosas, no la olvidemos para siempre, eso es lo que nos quiere transmitir Conníe en su microrrelato ``Inocencia perdida´´.


Ser escritor o escritora, no es solo escribir en un folio unas palabras, a esas letras se les tiene que poner una pizca de sentimientos, ingenio y por supuesto esa Alicia perdida entre el fondo de nuestros pensamientos.


Carmen María Martínez Pérez 4º ESO B
                                                                       I.E.S Sangonera la Verde (Murcia)"

  "Connie Marchante es una joven escritora de 28 años que hace poco vino a mi instituto para dar una pequeña charla sobre su pasión, que es escribir. 
Nuestra profesora de Lengua nos leyó un poco sobre la vida de Connie, y después tomó el turno de palabra esta, que nos estuvo explicando lo que la literatura significa para ella. Leyó una serie de microrrelatos y poemas mediante unas diapositivas y explicó el significado de cada uno de ellos. Nos dijo que cada uno podía tener una visión diferente de cada poema y cada relato, ya que eso es lo verdaderamente bonito de la lectura. Mediante opiniones de otras personas  puedes descubrir un nuevo significado más profundo que el que tú ya tenías de una lectura. 
Antes de entrar a la charla de Connie, pensaba que no me gustaba la poesía, pero todas y cada una de las que leyó me encantaron. Me gustó sobre todo un poema llamado ''Los planes'', es precioso.
Cuando llegué a mi casa, me metí en su blog (libelulasazules83.blogspot.com) y comencé a leer. 
Todo lo que escribe, es genial."

"La pasada semana los alumnos de humanidades de cuarto y bachiller tuvimos el placer de poder asistir a una charla de la joven escritora de microrrelatos Connie Marchante Saez.
Connie Marchante nació en Elda (Alicante) en 1983, estudió la licenciatura de Filología Hipánica en la Universidad de Alicante y realizó estudios de postgrado a través de un master en estudios literarios.
En la pasada charla de Connie Marchante estuvimos viendo microrrelatos hechos por ella, además Connie nos estuvo contando cosas de su vida relacionadas con los microrrelatos y de que para ella la literatura era un arte y que ese sentimiento le viene desde pequeña, ya que desde la más tierna infancia Connie Marchante ya escribía relatos. También nos contó que no lo había tenido nada fácil a la hora de hacer microrrelatos para concursos por los requisitos que tenían que tener para ser válidos en el concurso, etc.
En cuanto a mí opinión, a mi la charla me pareció muy interesante ya que me parecieron muy atrayentes los microrrelatos que presentó, especialmente uno que puso acompañado de una canción llamada "Gloomy Sunday " (domingo lúgubre), más conocida como la canción suicida. La charla también me pareció muy provechosa ya que gracias a la charla he aprendido que por muy difícil que me puedan parecer las cosas yo podré superar esos problemas, que puedo conseguir cualquier cosa que me proponga, que lo único que necesito es poner de mi parte y confiar en mí misma.

                                      Ana María López Hernández 4ª B"

"Un individuo cubierto de nostalgia atraviesa la puerta. Una pipa y la gabardina que porta definen una silueta que causa incertidumbre en la sala: <<¡Qué curioso ser!>>, <<¡Qué miedo da!>>, <<¿Qué es “qué”?>>.  Tras recorrer silenciosamente la estancia con la vista, dibuja en el aire alguna letras de diversos colores procedentes de la pipa, que parecían decir:
-¿Quién eres tú? (Who are you?)
Ahora Alicia se hallaba enredada y no tenía escapatoria.
<<¡Comamos de la seta y dancemos!>>. La fiesta había comenzado al ritmo de “Gloomy Sunday”, y los suicidas iniciaban ahora su pequeño letargo, mientras la dulce golosina cobraba su peculiar delirio psicosomático, entre cánticos y recitales de salados versos impregnados en materia onírica y creatividad, desconocidos para la razón (seguramente habiten en otro mundo, donde pasen la horas mientras se juega al escondite). Tras contar “Distintas maneras de contar un mundo imperfecto”, amanece la duda de cómo habría de contarse un mundo perfecto. (Al individuo omnisciente) ¿Haría usted el favor de poner su imaginación al servicio de la humanidad para disipar el dilema que me atormenta?
Alfonso Agüera (4º E.S.O.)"

             "Connie Marchante es una escritora de microrrelatos que vino al IES Sangonera la Verde a contarnos cómo es su vida de escritora y qué ha cambiado desde que tiene esta afición.

              Primero, nos contó que viajó por muchos sitios, entre ellos, América del Sur, donde también es reconocida por escribir microrrelatos y ganar varios premios. Además, también nos contó lo mucho que tuvo que estudiar para llegar donde está. No obstante, dice estar muy orgullosa y a gusto en el mundo de la literatura; algo que nos recuerda la importancia de estudiar las cosas que nos gustan, y no por obligación. Aunque te cueste mucho trabajo o esfuerzo conseguir algo que te guste o que te vaya a hacer feliz, merece la pena, pues, a la larga, te enorgullecerás de ello.

              Por otro lado, también nos contó que ahora trabaja como profesora. Esto también muestra el amor por la literatura y el inconformismo de una simple profesora de lengua. El querer aspirar a más, el luchar por destacar en lo que amas. Es algo que verdaderamente es admirable, al menos por mi parte.

              Además, nos expuso algunos de sus microrrelatos, los leyó y nos los explicó un poco. Me llamaron la atención dos cosas:
La primera fue uno de sus microrrelatos que hablaba del alzheimer. Esa enfermedad es tremendamente dolorosa tanto para el enfermo como para los familiares y más allegados. Connie, en este microrrelato explicó en unas solas líneas cómo es un día cualquiera para uno de ellos. A mí eso me llega profundamente y espero que no me pase nada parecido nunca.
La segunda cosa fue la manera de leer que tiene Connie. Tiene una lectura tan relajante y suavizadora. Me sentí muy a gusto cuando la escuchaba...

              Al final, leyó el poema titulado “Los Planes” con una canción de fondo titulada “Gloomy Sunday” (canción prohibida por tendencia al suicidio). Con su voz me metí de lleno en la historia y disfruté como si la hubiera vivido yo misma.

              Connie Marchante me parece una persona admirable, aunque me repita. Un ejemplo a seguir. No todos los días tienes la oportunidad de conocer a alguien que disfrute tanto de lo que hace y que no se rinda nunca a pesar de la dificultad de sobresalir o destacar. Ser reconocida por escribir largas historias en tan solo unos renglones es muy difícil, y aún así lo ha conseguido.
             
              Espero ser una Connie algún día.

María Elena García Alba"

"Hace unas semanas, en el instituto IES Sangonera La Verde, tuvimos el placer de recibir a Connie Marchante, una gran escritora de microrrelatos que, desde luego, no tiene nada que envidiar a los grandes escritores (en mi opinión).
La charla que nos ofreció acerca de su forma de expresarse me pareció muy interesante, ya que demostró que no hace falta escribir grandes textos para transmitir mensajes tan ciertos como profundos.
Su visita cambió, en cierto modo, mi forma de pensar acerca de la literatura, ya que esta siempre me pareció monótona y aburrida, pero, al escucharla hablar, algo hizo en mí que despertara y dejara mi imaginación volar.
En definitiva, creo que la forma de expresarse que tiene Connie Marchante es increíble porque, a pesar de que le obliguen a ceñirse a un título y a un determinado número de líneas en el caso de los concursos de microrrelatos, consigue transmitir grandes sentimientos y emociones a través de sus obras.

Irene Herrero Pinar (4º E.S.O.)"







jueves, 26 de abril de 2012

Escribir (te)

Quisiera escribirte,
contar sobre tu piel
las noches de luna llena
en la que nos hirió
la buena suerte.
Inventar nuevas palabras
sobre tu cuerpo,
contando que ahora
te muestras
tal y como eres,
desnuda al amanecer.
Quisiera extender versos
hasta que no quede
un sólo hueco de ti
en el que no haya
estado mi pluma,
cargando de tinta
tus lunares,
relatándote entera,
de la cabeza a los pies.

domingo, 8 de abril de 2012

Las reglas del juego


Se acercaban las cinco de la tarde de un día señalado desde hacía meses en el calendario. Cada 20 de abril los chicos nos reuníamos para jugar un partido de béisbol. Sólo nos reuníamos en esa ocasión extremadamente especial: era como un rito. Aquel año era el primero que acudía después de haber sido padre, supongo que fue por lo que la noche anterior no había podido dormir. Me quedé tumbado en la cama sin dejar de sentir aquel escalofrío que a menudo me había acompañado en la oscuridad en otras ocasiones; sin embargo, aquella noche además se añadía una especie de aterradora nostalgia. Aunque me planteé la posibilidad de poner a mi familia como excusa o inventarme alguna enfermedad pasajera, sabía que el partido estaba planeado y que ya no había marcha atrás, que pronto me encontraría con los muchachos.
Después de la jornada, salí de la fábrica sin apenas despedirme de nadie y subí al coche para dirigirme directamente al campo de juegos junto al viejo colegio. De repente, una vez dentro y con el cinturón abrochado, mis escalofríos volvieron a invadirme y me quedé sentado frente al volante, quieto y dudando por un momento en si debía insistir en aquellas reuniones que formaban más parte de mi pasado que de mi presente. Todavía no sé qué fue lo que me empujó a arrancar y pisar el acelerador, a no querer llegar tarde a nuestra cita; en el fondo ya no tenía sentido ninguno de mis actos.  
Cuando llegué al lugar indicado, algunos ya estaban reunidos en círculo, como cuando el entrenador nos daba las indicaciones antes de algún partido importante; estaban esperándome, y al encontrarme con sus miradas, sentí que ellos en ningún momento se habían planteado huir de aquel encuentro, tal y como me había ocurrido a mí hacía apenas unos minutos. A pesar de que ya no éramos aquellos niños, al contemplar a mis antiguos compañeros, comprendí que el tiempo apenas los había cambiado por fuera; seguían siendo jóvenes, atléticos, con aquellas miradas frías y fuertes, seguros de lo que era correcto, de cumplir las reglas del juego que marcamos una vez y juramos con la sangre provocada del pinchazo en las yemas de nuestros dedos índices. Lo primero eran las reglas del juego; estaban por encima de cada uno de nosotros. Todo un ritual pagano que al volver a mis recuerdos consiguió arrancarme una leve sonrisa.
Sin embargo, y pese a cualquier duda que pudiera sentir, aquella tarde quedamos de nuevo. Todos menos uno.  Un año más. Acudimos desde distintos lugares de la provincia para volver a jugar al béisbol, como hiciéramos antaño. Cargado con los viejos accesorios del equipo –grabados aún con el nombre del colegio–,  me sentí viajero del tiempo, aún sin malicia, todavía sin mancha. Ahora jugaríamos, una vez más, unidos y puede que hasta felices.
Cuando estuvimos todos frente a frente, sin mediar palabra, nos miramos para darnos cuenta de que, efectivamente, algo había cambiado sin remedio y que era del todo imposible volver a los días inocentes de la niñez. Faltaba un compañero. Comenzamos a jugar sin comentarlo porque no era necesario. Qué hubiéramos podido preguntarnos o decirnos a esas alturas de nuestra historia compartida, si cada uno de nosotros todavía recordaba el enfado el día después del gran partido de final de temporada. La última temporada. Carlos cayó al suelo con un torpe e inoportuno tropiezo –se había pisado el cordón de la zapatilla, había dicho disculpándose– y todos habíamos perdido el último campeonato nacional.
Cómo ibamos a olvidar aquella terrible falta de nuestro compañero. “Estar siempre bien preparado y no fallar nunca a los demás” era una de las principales reglas del juego. Cómo dejar de escuchar los gritos cuando quedamos para entrenar la tarde siguiente, la rabia, las ganas de dar al  traidor su merecido, los bates chocando contra el suelo, el sentimiento de traición, la sed de sangre, la sentencia de los miembros del equipo y, al final, el macabro y sutil sonido del cráneo de Carlos, rompiéndose por el impacto de la madera maciza.

Golpe de estado

Comenzaron quemando las banderas y pronto vieron que, destruyéndolas a ellas, arrasaban también con la identidad, con la cultura, con las esperanzas, con una comunidad y con sus valores patrióticos. Por esta razón, siguieron quemando y destruyendo los edificios que se coronaban con esas banderas, las casas y coches oficiales o plazas que las lucieran, porque así mayor era la extensión del daño que causaban. 
Lamentablemente, no tardaron demasiado en darse cuenta de lo fácil que era envolver a una persona en una bandera.

jueves, 29 de marzo de 2012

Joven y Bella


La tristeza se retrata en todita
mi pintura, pero así es mi condición.
Ya no tengo compostura.
(Frida Kahlo)


 Aquel sereno atardecer en que Dorothy Hale se observó ante el espejo vio que aún era joven y bella.
Se desnudó lentamente y hasta con más delicadeza de lo habitual, como en una especie de ritual sagrado. Había dejado preparados dos vestidos encima de la cama, completamente estirados dejando adivinar la silueta que podrían dibujar sobre su cuerpo. Uno de ellos era nuevo: un llamativo vestido rojo del diseñador más afamado de Nueva York, su último capricho. El otro era el vestido de terciopelo negro que consiguió convertirla en una de las mujeres más admiradas de la ciudad, con el que había celebrado fiestas llenas de “gente guapa”, todos los amigos de su marido. Su difunto esposo. El pobre había muerto semanas atrás en un terrible, fatídico accidente automovilístico. Al menos, eso fue lo que dijeron los periódicos.
Caminó descalza desde el dormitorio y fue a comprobar la temperatura del agua en la bañera. Escogió sin prisa las sales aromáticas que aquella noche iba a utilizar para su habitual baño relajante antes de cualquier gran acontecimiento social. Aquella iba a ser, sin duda, la fiesta más importante de toda su vida. Su gran reunión de despedida. La última y más recordada. Se sorprendió de estar tan alegre. Pensó que pronto llegaría el momento… y esperaba no volver jamás.
Se metió en el agua caliente perfumada y se dejó llevar por su dulzura y transparente suavidad. Cerró los ojos y dejó la mente en blanco, lejos de toda preocupación. Demasiadas culpas que pagar, demasiada hipocresía, demasiados errores. Todo quedaba diluido en el agua. De fondo, algo lejana, una canción de amor en el tocadiscos.
El agua le dio a Dorothy serenidad, entereza, decisión. La acariciaba y susurraba en su oído convenciéndola de que todo estaba bien, de que era la decisión correcta. Todo estaba planeado casi como por sorpresa… y así era perfecto.
Envuelta en su albornoz después del baño, y ya frente a su cama, observaba los dos vestidos. El rojo había sido el reciente instrumento para intentar conseguir un papel en alguna película, por insignificante que fuera, aunque finalmente había derivado en su último gran fracaso. A pesar de su indudable belleza, Hollywood se había transformado en una cruel bestia guardiana de la puerta de su felicidad, que sólo mostraba sus dientes y garras sucias de sangre mientras le cerraba la entrada para siempre. Se le escapó un suspiro.
Clare, su buena amiga, su confidente, le había prestado hacía unos días una cantidad de dinero para poder calmar a algunos de sus principales acreedores, pero abusar de su mejor amiga no le parecía la mejor solución a sus problemas. Entonces pensó en entrevistarse con un viejo conocido de su esposo para que la ayudara a conseguir trabajo. Cómprate un vestido bonito y búscate un marido nuevo que pueda mantener el nivel de vida al que te has acostumbrado, Dorothy… Y de paso acepta que no sirves para ser una mujer independiente y mucho menos una buena actriz. Comienzas a hacerte mayor. Se lo había dicho con tanta naturalidad y aparente confianza que, lejos de ofenderse, la señora Hale había comprendido que el cínico y distinguido Bernard Buruch tenía toda la razón. El amigo de su marido, el hombre de mundo, en un gesto que para él debió ser de amable generosidad, en lugar de proponerle que se hicieran amantes le alargó un cheque por valor de mil dólares con los que poder comprarse “el vestido más bonito de la ciudad”. Y por eso había decidido ir a Bergdorf Goodman, donde se exhibía sobre un maniquí aquella provocación de color rojo a la última moda, dispuesta a quemar su último cartucho.
La visión del rechazo del director de la película, su cara de falso compromiso y conmiseración la hizo suspirar de nuevo. Con cada pequeña exhalación parecía deshacerse de un fantasma interior. Mientras la imagen de aquel idiota la halagaba comparándola a la mismísima Elisabeth Taylor en su deslumbrante belleza se lamentaba hipócritamente: no funcionaría, Dorothy, este papel no es para ti, es muy pequeño y no encajas. Necesito alguien menos bella, que no se coma el plano y confunda al espectador con su mirada. Me hace falta una chica más... insignificante. Ya te llamaremos cuando tenga algo bueno para ti.
Confortada por el silencio cómplice de su habitación alargó la mano y tomó el vestido negro de terciopelo. La voz de Ella Fitzgerald parecía nacer de algún lugar recóndito, en el centro mismo de su cuerpo: “Tú me abriste la puerta a la máxima dicha… y a mi profunda infelicidad”. Sonrió, tarareando, y comenzó a vestirse. Quedaban apenas cuarenta y cinco minutos para que todos los invitados comenzaran a llegar. Aquella noche la acompañarían más de cien amigos de todas clases, verdaderos, convenientes, amables. Estarían todos allí, con ella, esa noche que habría de ser recordada – y debidamente comentada- por mucho tiempo.
Los había llamado a todos. “He decidido hacer un largo viaje; voy a celebrar una fiesta de despedida y espero que puedas asistir”. La única que pareció estar molesta con ella fue precisamente su amiga Clare. Había descubierto que Dorothy había comprado un carísimo vestido poco después de que ella le hubiera prestado una considerable cantidad de dinero. Aquel desplante oscureció un poco la noche. Seguramente había pensado que el dinero que le prestó lo había gastado en aquella prenda – ya portadora de desgracias- en vez de pagar, como ella le había dicho, sus numerosas deudas. Insistió en la invitación porque no se encontraba con ánimos de resolver el malentendido por teléfono, se sentía incapaz de reproducir las palabras de Buruch, de tener que volverlas a escuchar y menos desde sus propios labios, como si fuesen una autocondena: “Piénsalo tranquilamente Clare, de verdad quisiera que vinieras a despedirte de mí”.
Cuando terminó de maquillarse y estuvo totalmente lista se quedó durante un momento mirándose frente al espejo. Sí, en verdad aún era lo que podrían llamar joven… y muy hermosa. Si Harry no hubiera decidido abandonarla y casarse con otra en vez de con ella como le había prometido al quedarse viuda… La llegada del primer invitado interrumpió sus pensamientos. Bajó la escalera para recibirlo. Era Noguchi con un precioso ramito de flores amarillas en la mano. “Gracias Isamu, es justo el detalle que necesitaba mi vestido, ¿no crees?”. La preciosa sonrisa de Dorothy relucía mientras con un alfiler colocaba el ramillete en su vestido a modo de broche en el hombro.
“Una fiesta memorable Dorothy, que tengas mucha suerte en tu viaje”. “¿Y dónde dices que te vas? ¡Qué calladito te lo tenías!”. “Tomé la decisión hace apenas unos días”. “¡Un brindis por la mujer más bella de Nueva York!”. “Con fiestas como esta tendrías que viajar más a menudo querida”. “¿Tomarás el barco o el avión?”. “Para este viaje he decidido volar”. Dorothy bebe de su copa de champagne y sonríe. A las seis de la mañana todos los invitados han abandonado ya la fiesta; borrachos y llenos de buenos deseos para su guapa pero triste amiga.
El frío de la madrugada hirió profundamente el rostro de Dorothy, que palideció en unos instantes eternos. Las burbujas y el alcohol parecían manejarla en silencio desde su interior. Se tambaleaba. Todos habían envidiado alguna vez las vistas que se podían disfrutar desde su apartamento, en el Hampshire House. Desde uno de los ventanales sintió que alargando la mano podría alcanzar la majestuosidad de la Gran Manzana. Cerró los ojos y respiró profundamente el amanecer… se dejó llevar… tranquila… flotando… temblando… cayendo…

***

En su apartamento-estudio de Nueva York, Frida Kahlo da los últimos retoques a su nueva obra; un encargo de la afamada directora de la revista Vanity Fair, Clare Boothe. Le ha pedido un retrato de la señora Dorothy Hale, trágicamente fallecida. Lamentable noticia de suicidio en todos los periódicos sensacionalistas. Iba a regalársela a la madre de su desdichada amiga. Mientras Frida escribe en la base del lienzo el exvoto que explicará la pintura piensa en qué grande habrá de ser el sentimiento de culpa de Clare por no haber comprendido del todo a su amiga Dorothy.
La mexicana se deleita con la textura obtenida de las espesas y enmarañadas nubes que envuelven el cuerpo de Dorothy suspendido en el aire. La pintura consta de las tres fases del suceso: La mujer asomándose por la ventana del blanco rascacielos. El salto al vacío. La muerte en el suelo. “¡Qué lástima no poder saber qué pensó en el último y extremo momento de su vida para también poder plasmarlo en toda esta desgarrada visión!”. Sin embargo, ha permanecido en toda la composición la indudable belleza de Dorothy, ya que Frida la conocía y también la consideraba una amiga. En un primer plano -echada en el suelo y sangrando débilmente por la boca- la suicida mira atentamente al futuro espectador, serena, pálida y preciosa con su vestido negro de terciopelo, el ramillete de flores amarillas prendido en su hombro. En la parte superior Frida ha decidido añadir un ángel con una banderola en la que puede leerse: “El suicidio de Dorothy Hale”.
Clare desde su despacho esperaba el envío del cuadro encargado a la novedosa y joven artista Frida Kahlo, esposa del reconocido y polémico Diego Rivera. Sin duda es una mujer extraña, con su cojera orgullosa, con sus llamativos vestidos mexicanos. Desde que conoció la muerte de Dorothy no había podido dormir tranquila. Algo pesaba oscuramente sobre su pecho. Una pesadilla horrible, recurrente cada noche. No había asistido finalmente a su fiesta de despedida. Sentía que se había negado al abrazo final. No se enteró del regalo de Bernard Buruch hasta que fue demasiado tarde; en realidad jamás se preocupó por indagar en qué se había gastado el dinero su amiga realmente; la acusó y punto. Y ahora la culpabilidad le estaba destrozando los nervios. Un bello retrato de su amiga fue lo mínimo en lo que pudo pensar para compensar el mal hecho, por haberle dado la espalda. Clare se lo había prometido a la madre de Dorothy. En cuanto la señora de Rivera se lo mostrara ella lo enviaría, de inmediato.
Con una última calada a su cigarro, Frida leyó en voz alta para sí en el silencio de su estudio, satisfecha de su trabajo:

En la ciudad de Nueva York el día 21 del mes de octubre de 1938, a las seis de la mañana, se suicidó la señora DOROTHY HALE tirándose desde una ventana muy alta del edificio Hampshire House. [A continuación, una mancha de sangre que gotea]. En su recuerdo, Clare Boothe encargó este retablo, habiéndolo ejecutado FRIDA KAHLO.

 (Publicado en la Revista electrónica Tiempo y Escritura, nº 21, diciembre 2011, Universidad Autónoma de México: www.azc.uam.mx/publicaciones/tye )

Incertidumbre

Caminar perdido, 


no lograr ubicarse,


la incertidumbre de la nuca 


al ombligo, 


el no dar con el buen paso, 


vivir colgado, jamás certero


de un lastímero tal vez 


y huir del peor, que te persigue 


y no poder alcanzar el mejor 


que se te escapa. 


Es todo una sensación 


que no deseo, y que,


sin embargo, 


me atrapa.

sábado, 17 de marzo de 2012

Inocencia perdida

Dicen que el tiempo lo borra todo pero Alicia jamás podrá olvidar el País de las Maravillas. Cada día, cuando se cruza despistada con cualquier reflejo de un cristal, una niña rubia de grandes ojos azules que le resulta lejana aunque familiar le grita: !ojepse led odal orto la adaparta yotse ,emadúyA¡

Discrepancias

"Dicen que el tiempo lo borra todo"...  "¡Menos la fama!" le contesté yo, testarudo. "Recuerda, querida, 'La vida es corta y el arte es largo', como dijo algún genio". "Sí sí", rechistó molesta y sin dudarlo, me ofreció su blanca y silenciosa espalda. 
Aquel día, la Musa y yo, no nos entenderíamos.

Duele el olvido

Dicen que el tiempo lo borra todo... Y debe ser cierto porque se siente perdida. Acostada en una cama que no reconoce, un desconocido la acaricia y le da los buenos días con un suave beso en la mejilla. Ella no responde; tiene miedo porque ni siquiera recuerda su nombre.