Érase una vez una niña-libélula que tenía miedo a la oscuridad.
Utilizaba los días para huir volando de las noches, siempre en dirección a cualquier otro lugar. Un atardecer en que las sombras ya le alcanzaban, llegó un hada blanca y le dio luz propia.
La mujer-luciérnaga siguió volando, pese a todo, porque se había acostumbrado a no estar.
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La luz ya estaba, pero el miedo no la había dejado verla.
ResponderEliminarPues que no se entere Iberdrola... :)
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