Hoy, bajo tus reglas, decides que juguemos al ratón y al gato. Y, sintiéndote superior a mí, divertido y feroz me persigues cargado de unas garras que te quedan grandes. Pasado el tiempo me aburro y pienso que es mejor despojarse del disfraz.
Ronroneo feliz mientras permito que regreses, contrariado, a tu madriguera.
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