Él le dijo que era imposible, que jamás sucedería. Se lo decía porque lo creía verdaderamente. Firmemente. Y por esa creencia se alejó de ella mil veces y, sin saber muy bien por qué, otras tantas regresó a su lado. Pasó el tiempo y él siempre tuvo la razón. Así lo creía. Tan inflexible y acertado estuvo que, después de muchas lágrimas e intentos, la convenció de aquella imposibilidad absoluta. Creyó, junto a él, en aquella realidad no-posible. Y, entonces, solo entonces, sin razón y sin sentido, sucedió.
Y ahora, cuando los sueños son realizables, ella cree en lo Imposible, como aquel que creyó algún día en lo Fatal. Y lo busca incansable. Inevitablemente.
Y él, que ya no está convencido del todo de estar en lo cierto -aunque todavía no lo sepa-, puede que comience a creer en ella.
(Porque la está leyendo en estos momentos).
(Porque la está leyendo en estos momentos).
No hay comentarios:
Publicar un comentario