Como una niña pequeña, recorre a pasos cortitos el salón de su casa. Se ha vestido para la ocasión y se ha puesto su mejor perfume. Revisa con la mirada a su alrededor para comprobar que todo está en su sitio, para que cuando él llegue la casa esté tal y como la vio por última vez. Impaciente, mira el reloj y sigue esperando. Los nervios le recorren desde la nuca hasta la punta de los pies, que bailan divertidos dentro de sus zapatos rojos de tacón. Desea la muchacha tanto que llegue el momento del reencuentro que apenas puede contener unas lágrimas, que no se sabe si son de alegría o de nostalgia.
Cuando, al fin, él entra inocente y de puntillas -como queriendo darle una sorpresa- ella se da la vuelta corriendo hacia sus brazos y le dice, en una exclamación completamente emocionada: "Llegas tarde... ¡Te estaba esperando, Santa Clauss!"