Tal vez comencé
llorando por ti,
pero a estas alturas
no lo recuerdo.
Cuando las lágrimas
nublan junto a los ojos,
el corazón,
todo es confuso.
Admito
que me desconcierta
el final
pero lo que siempre
me ha aterrado,
verdaderamente,
es el imparable
comienzo.
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jueves, 26 de julio de 2012
Ojalá
Cuando escribo,
cuando siento,
cuando anhelo letras y signos,
surge en ti esa magia extraña
que nace del tecleo arrítmico
e inconstante de mis pensamientos
que te obliga a atarte a mí mediante
palabras absurdas, irracionales y
chispeantes, creando puentes
cobardes e inestables
que no llevarán a
ningún otro lado y que,
sin embargo
y aunque
no lo comprendas del todo,
no quieres evitar.
Ojalá.
cuando siento,
cuando anhelo letras y signos,
surge en ti esa magia extraña
que nace del tecleo arrítmico
e inconstante de mis pensamientos
que te obliga a atarte a mí mediante
palabras absurdas, irracionales y
chispeantes, creando puentes
cobardes e inestables
que no llevarán a
ningún otro lado y que,
sin embargo
y aunque
no lo comprendas del todo,
no quieres evitar.
Ojalá.
lunes, 9 de julio de 2012
Destino
No podrás ser escritora.
Dónde se vio una mujer poeta y maldita.
No lo dudes. Serás loca, depresiva y hasta suicida.
Pero escritora, contadora de historias, poeta, artista: jamás.
Así que silencia tus manos, cierra los labios y baja esta escalera, anda.
Que no fue hecha para ti la torre de marfil ni la historia reclamará mañana tu pluma.
Asume tu destino, muchacha. Que no te reserva sino el abismo hondo y terrible de la mediocridad.
Dónde se vio una mujer poeta y maldita.
No lo dudes. Serás loca, depresiva y hasta suicida.
Pero escritora, contadora de historias, poeta, artista: jamás.
Así que silencia tus manos, cierra los labios y baja esta escalera, anda.
Que no fue hecha para ti la torre de marfil ni la historia reclamará mañana tu pluma.
Asume tu destino, muchacha. Que no te reserva sino el abismo hondo y terrible de la mediocridad.
Mensaje sin botella
Me duele cuando dices
que no te escriba.
Que no te gusta la modernidad,
que son mejores las llamadas,
y me envías tu silencio
indiferente y disgustado.
Pero yo no puedo evitarlo
y, cada día, me muerdo la
punta de los dedos que
corren por el teclado al
no poder tocarte.
Y surcan las ondas
del aire tecnológico
mis mensajes,
siempre sin botellas
de cristal que los protejan.
Y es que, amor mío,
escribirte mensajes
es como lanzar
una moneda a una fuente
de supersticiones o
pedir un deseo
a una estrella fugaz.
No hay respuestas;
es una simple cuestión
de esperanza.
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